sábado, 26 de noviembre de 2016

El español moderno

Durante el Siglo de Oro la fijación del idioma había progresado mucho, pero los preceptos gramaticales habían tenido escasa influencia reguladora. Desde el siglo XVIII la elección es menos libre; se siente el peso de la literatura anterior. Sobre la estética gravita la idea de corrección gramatical y se acelera el proceso de estabilización emprendido por la lengua literaria desde Alfonso el Sabio. La evolución del idioma no se detuvo en ningún momento, lo cual se percibe en el lenguaje escrito que, con ser tan conservador, revela una constante renovación, aún más intensa que el hablado, a juzgar por la literatura. Las novedades y vulgarismos tropiezan desde el siglo XVIII con la barrera de normas establecidas que son muy lentas en sus concesiones.




Real Academia Española


El reflejo de este conservadurismo es la fundación de la Real Academia Española (l713) y la protección oficial que recibió. En los primeros tiempos, la Academia realizó una eficacísima labor, que le ganó merecido crédito. Publicó entonces el excelente Diccionario de Autoridades (1726-1739). Dio a luz también la Orthographía (1741) y la Gramática (1771). Su lema "limpia, fija y da esplendor" quedó cumplido en cuanto a criba, regulación y estímulo.


El estudio y purificación del idioma tiene cabida también en la obra de otros conocidos eruditos. Toda esta preocupación por la regularidad idiomática permitió resolver en el siglo XVIII dos de los problemas en que más habían durado las inseguridades. Quedaba por decidir si los grupos consonantes que presentaban las palabras cultas debían pronunciarse con fidelidad a su articulación latina, o si, por el contrario, se admitía definitivamente su simplificación, según los hábitos de la fonética española. La academia impuso las formas latinas concepto, efecto, digno, solemne, excelente, etc., rechazando las reducciones conceto, efeto, dino, solene, ecelente.

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